Irlanda, los misterios de la isla esmeralda

 

Conocida en irlandés como Poblacht na hÉireann, la República de Irlanda esconde muchos encantos detrás de sus días grises, puertas de colores y kilométricos prados.

 

Y es que si este país es tu próximo destino debes saber que corres el riesgo de dejar un trozo de corazón allí. No solo por el encanto de los isleños o la belleza de la arquitectura sino por las sublimes creaciones de la madre naturaleza.

 

En cualquier web de viajes o en el vasto mundo cibernético podemos hallar varias recomendaciones sobre qué visitar en nuestra aventura irlandesa, no obstante, hay algunos lugares mágicos y no tan conocidos, así como actividades, que merecen nuestra completa atención.

 

Hoy Más Mujer Online te enseña donde encontrar tres lugares extraordinarios.

 

¡Atención caminantes! Porque el primer lugar de este ranking lo ocupa el camino costero desde Bray a Greystone. Bray es una encantadora ciudad situada al sur de Dublín, en la costa este, su principal atractivo turístico en la extensa playa de guijarros blancos, pero a la hora de visitar la octava ciudad más grande de Irlanda hay que conocer su misterio.

 

 

 

 

Desde la playa de Bray se puede observar unas montañas, ellas son el principio de la aventura porque si seguimos los senderos podremos realizar una de las excursiones más singulares en la costa irlandesa, esto es, atravesando por la montaña Bray y finalizando en Greystone.

 

Ambas ciudades poseen el atractivo costero y armonioso de los lugares acunados por el océano, sin embargo, el sendero que los une es una auténtica maravilla. Como si de pronto hubiéramos aterrizado en la serie LOST (Perdidos) nos encontramos a nosotros mismos atravesando un camino único, y a cada lado bosques de helechos y ruinas de piedra, antiguas posadas…

 

Con unas vistas de infarto al gran azul, al bosque y a las vías ferroviarias más antiguas del país la historia y la naturaleza nos invaden. Atravesar la sierra y luego campos de trigo y praderas nos llevan a cruzar puentes, atravesar ríos y disfrutar de la flora y fauna de la Irlanda más próspera.

 

En segundo lugar, Phoenix Park, uno de los parques urbanos más grandes de Europa y la casa del actual presidente. En este lugar hay muchas cosas que admirar, ya sea los enormes lagos o los cientos de especies vegetales que cohabitan allí.

 

 

 

 

De igual manera, para reavivar nuestro espíritu aventurero en necesario contemplar el monumento del Duque Wellington, un obelisco de 62 metros de altura en forma de columna corintia con un fénix que renace de sus cenizas en su pináculo. Una parada muy interesante que data en el año 1747.

 

Otra de las paradas necesarias del parque son las arboledas, es imposible determinar cual pero si son osados y deciden adentrase podrán experimentar algo único al encontrar a la gran manada de ciervos que introdujo el Duque Ormond en 1660.

 

Sentarse a la sombra de uno de los árboles mientras los gamos pastan a escasos metros de distancia es formidable. Ahora bien, si recuerdan llevar alguna zanahoria o cualquier alimento sano para ellos con solo estirar la mano estos elegantes animales se acercarán de forma muy serena y podrás alimentarlos y pasear con ellos.

 

Además, esta es una gran zona para los amantes de los animales porque en Phoenix Park se encuentra el tercer zoológico más antiguo del mundo, por detrás del de Londres y Viena.

 

Y por último, si deseamos contemplar el noreste de Dublín, el oceáno irlandés, la playa de Bray, Dalkey, las montañas de Wiclow , y con suerte en un día despejado, las montañas de Gales la única opción que tenemos en sumergirnos en el espléndido Killiney Hill.

 

 

 

 

Antes de llegar a la colina debemos pasar por un parque y un camino que serviría para ilustrar cualquier cuento de Andersen. A mitad del mismo nos espera una acogedora cafetería Tower Tea Room, donde la tarta de zanahoria y el denominado celtic coffee la convierten en la parada para el aperitivo ideal.

 

A unos 10 minutos se encuentra este punto natural, Killiney Hill está a unos 150 metros de alturas pero basta para poder disfrutar de una de las mejores panorámicas. Un obelisco construido en el año 1742 corona la colina con la inscripción: «Last year being hard with the poor, walks about these hills and this were erected by John Mapas, June 1742.»

 

Idílicos son los atardeceres, aventuras y experiencias que solo una joya como Irlanda puede ofrecer.

 

Por: Sofía Ramos

 

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