Reikiavik, el impronunciable nombre de la capital islandesa  significa “bahía humeante”, un nombre muy apropiado debido a la gran cantidad de géiseres que hay en los alrededores. Reikiavik es la ciudad más septentrional del mundo, debido a ello, durante el invierno solo recibe cuatro horas de luz solar y durante el verano el día se extiende muchas horas desplazando a la noche casi por completo. Las temperaturas suelen ser más cálidas de lo que muchos piensan, y el paisaje es muy verde.

Que ver en Reikiavik

Reikiavik es una ciudad pacífica de anchas calles y cuantiosas zonas ajardinadas que dan la bienvenida con múltiples actividades a sus visitantes durante el verano. Aquí, podrás librarte de la contaminación, el stress, el ruido o el tráfico; palabras que los islandeses parecen desconocer. El ambiente de Reikiavik es más bien rural y sus gentes conservan esa ingenuidad y amabilidad de una Europa de otro tiempo.

En el corazón de la ciudad capitalina se encuentra el lago Tjörnin, cuyas márgenes constituyen el parque más frecuentado por locales y forasteros. El casco antiguo de  Reikiavik, es el centro de poder gubernamental, cultural, económico, religioso y educativo del país; así lo confirman las numerosas bibliotecas, museos, teatros, estadios, edificios del poder político y oficinas que allí se agrupan. Entre los edificios más destacables se encuentra el Parlamento, construido en 1881, la Casa de Gobierno que data del siglo XVIII, la Biblioteca Central y el Teatro Nacional.

El nuevo Ayuntamiento de la ciudad es también otra de las construcciones que destacan en el paisaje de la ciudad islandesa, casi plana y llena de casitas de colores. El Ayuntamiento fue construido como un palacio flotante en la orilla norte del lago Tjörnin. Muy cerca, se puede disfrutar de una de las infraestructuras más antiguas de la ciudad: el Stjórnarrádid. Este palacete de enorme fachada blanca que se refleja en el Laekjartorg alberga oficinas del gobierno nacional y data del siglo XVIII. Justo a su lado se eleva la estatua del primer colonizador de la isla Ingólfur Arnarson, en la zona conocida como Árnarhóll o Colina del Águila.

De visita obligada, durante un paseo por el casco antiguo de Reikiavik, es la Catedral y la nueva iglesia. Esta última es, sin dudarlo, la estructura más llamativa de la ciudad desde su construcción en 1986, debido a su forma de montaña de lava basáltica. No dejes de subir a la torre, pues desde la altura de 75m., se puede ver todo la ciudad y sus alrededores.

En la zona universitaria podrás disfrutar de la magnífica arquitectura de Alvar Aalto, a quien pertenecen casi todos los edificios del campus, además de la Casa Nórdica y el Museo Nacional. Este último es cita obligada para los interesados en la historia de Islandia. Entre las piezas expuestas destaca la puerta de la antigua Iglesia de Valpjófsstadur, que data de 1200 y en cuyos relieves de muestran una famosa batalla nórdica de la región este del país. Por su parte, la Casa Nórdica es el centro cultural de la ciudad. En las salas multiusos de este centro se organizan exposiciones itinerantes, conciertos, conferencias e incluso festivales de cine.

Además de los museos de la ciudad universitaria, no dejes de visitar Vestmannaeyjar o Mývatn donde podrás disfrutar de documentales locales donde se exhiben tomas de las erupciones volcánicas que han sucedido en Islandia. Estos documentales dan una excelente información de cómo se vive en tierras volcánicas, la amenaza que supone y lo que los pobladores de estos parajes han hecho para sobrevivir durante tantos años. Otra excepcional experiencia es la que ofrece el Museo Folclórico de Arbaer, donde se pueden visitar varias casas antiguas construidas al estilo tradicional islandés, una iglesia rural y una granja de techos de turba y pasto.

Si te queda tiempo, no dejes de disfrutar del curioso arte local de la mano de Ásmundur Sveinsson en el museo de que lleva el nombre del artista más conocido del país. En especial no te pierdas la conocida escultural “El barco del sol” en la bahía de Klapparstígur próxima al museo.

Muchos son los que llegan a Reykjavik, con pocas aspiraciones y se encuentran con una ciudad amena, gentes encantadoras, entidades culturales de primera línea, magníficos hoteles, y así, claro está, se quedan encantados con estos parajes escandinavos tan maravillosos.

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