Olga Ramos llegó cuando nadie la esperaba, pero lo hizo para llenar de más alegría, si cabe, a una reconocida familia de artistas. Probablemente, lo que ninguno imaginó fue que esta niña se convertiría en un referente del folclore de nuestra tierra que, aún hoy, a sus ochenta y cuatro años, continúa emocionando cuando sube a los escenarios y nos deleita con su maravillosa voz.

 

Conserva la casa familiar que la vio nacer, en Punta del Hidalgo, en la que tan buenos momentos confiesa haber vivido. Se hizo esperar, pero, al verla aparecer, el patio lleno de árboles y flores, se iluminó con su sonrisa. Se confiesa coqueta y no sale de casa ni recibe visitas sin antes haberse mirado al espejo.

 

¿Siempre fue coqueta?

Siempre, y muy moderna. Me encantaba arreglarme y me sigue encantando.

 

¿Qué ha significado la música en su vida?

Todo, lo ha sido todo. Desde que tengo uso de razón, la música ha estado presente en mi vida. Oía cantar a mi padre y a mi madre, que, a pesar de tener poca voz, cantaba muy bien con mucho sentimiento. Y luego también a mis hermanos.

 

En su familia dicen que usted fue la niña mimada de la casa, ¿es así?

Sí. Yo nací cuando mis padres iban a cumplir cincuenta años y entonces fui la niña mimada. Éramos tres chicos y tres chicas, yo la más pequeña. Pero siempre fui muy dispuesta. Recuerdo que, siendo muy pequeña y casi sin hablar muy bien, les recité una copla que ellos cantaban, al escucharme se rieron de mí porque no lo dije bien y me enfadé muchísimo. Luego me hicieron comprender que solo lo hacían porque les hacía gracia escucharme hablar así.

 

Además de folclore, ¿se escuchaba algún otro tipo de música en casa?

Sí, claro, mucha zarzuela, por ejemplo. Cada uno de mis hermanos tocaba un instrumento diferente: uno el laúd, otro el violín. Yo tocaba el timple.

 

¿Cómo recuerda sus inicios?

Me fascinaba y cuando se trataba de que mis hermanos se pusieran a tocar, yo no esperaba ni que me invitaran, yo iba corriendo y me colaba. Como no pronunciaba bien, ellos se reían mucho y les gustaba tenerme con ellos.

 

¿En su época era fácil para una mujer formar parte de una rondalla o de cualquier otra agrupación musical?

No era difícil entrar a formar parte de ninguna agrupación. Mi padre formó una rondalla con chicas y chicos. Éramos muy jóvenes. Lo difícil era mantenerse si te echabas novio. Tenías que hacer lo que él te dijera. Recuerdo a una amiga que, después de echarse novio y dejar la rondalla, lloraba cuando nos veía partir para alguna actuación. Verdaderamente, era una lástima.

 

Y en su caso, ¿cómo le fue?

Bueno, mi caso era diferente. Mi padre estaba en la rondalla, así que siempre iba con él. Pero recuerdo una ocasión en la que la Sección Femenina buscaba una cantante para ir a la Península y me llamaron; a mí me pareció algo fantástico, pero mi padre no me dejó. Entonces vino mi hermana mayor a convencerlo y cambió de idea. Él confiaba en mí, pero yo era muy joven. Pero, en aquel tiempo, había mucho respeto entre hombres y mujeres.

 

¿Fue esa la única ocasión?

No, hubieron otras. También recuerdo que el Conjunto Acaymo me llamó para sustituir a la cantante en una gira por la Península. Como el grupo estaba formado por cuatro hombres y una mujer, mi padre me acompañó, no me dejó ir sola. Estuvimos allí tocando durante un mes. [Ríe]

 

¿Qué añora de esa época?

La familiaridad que había entre la gente del grupo, la camaradería, la amistad.

 

¿Algún mal recuerdo?

Recuerdo una actuación en el Parque de San Telmo, en Las Palmas de Gran Canaria, durante la transición. Yo estaba detrás del escenario preparada para salir a actuar. Pero había un grupo de personas manifestándose, Nanino Díaz Cutilla, que me acompañaba en ese momento, me dijo: “Olga estás en tu derecho de no salir”. Pero salí a cantar y terminaron escuchándome con mucha atención. Un arrorró. No es tanto un mal recuerdo por lo sucedido, que al final no sucedió nada, sino el miedo que sentíamos por si ocurría algo. Fue una época muy dura.

 

Más de 70 años en los escenarios, ¿no son demasiados?

No me resultan demasiados porque los he disfrutado. No me he retirado ni pienso hacerlo. Siempre que tengo la oportunidad me subo al escenario y me arranco.

 

Además del folclore, ¿hay otras cosas que apasionen a Olga Ramos?

Sí, claro. Soy una apasionada del cine clásico, bueno, del cine en general, pero el clásico me gusta mucho. Además es algo que siempre inculqué a mis hijos y me salió bien, los tres son grandes amantes del cine.

 

¿Y en casa se escuchaba otro tipo de música?

[Ríe] Pues sí. De todo tipo. Soy una gran admiradora de Elvis Presley, me encanta el rock. Pero también me gusta la música francesa, admiro a Mireille Mathieu, por ejemplo. A mí me gusta todo lo que esté bien hecho.

 

¿Cómo se mantiene tan activa?

Lo he sido siempre, no me gusta esperar por nada. He sido una apasionada del deporte, en general, pero me encanta la natación, yo hacía crol. Luego, a través de mi hija pequeña, conocí el Tai-Chi y tengo que decir que me apasiona verdaderamente. Otra cosa que me relajaba mucho era conducir, ahora ya no lo hago tanto, porque mis hijos me acompañan a los sitios, pero me encantaba.

 

Fotografía: Rubén De Cándido

Comentarios

comentarios