Ángela Ortega: “No me cuesta ayudar a las personas”

 

Es una mujer con la que es muy fácil hablar. Me puse en contacto con ella y su disposición fue inmediata. Ángela Ortega Benítez es vicepresidenta del Colegio de Enfermeros de Santa Cruz de Tenerife, profesora asociada en la Universidad de La Laguna y trabaja como enfermera asistencial en un servicio de urgencias extrahospitalario. Este último, dependiente del Servicio Canario de Salud. Aparte de toda esta carga laboral, como muchas mujeres de hoy, tiene tiempo para hacer deporte y para compartir con su familia y amigos.

 

Muy simpática, me contó los cambios por los que ha pasado la profesión y de los que ha sido testigo. Habla con entusiasmo de los veintiséis años que lleva en el desempeño de su tarea en el ámbito de las urgencias. Con café y una maravillosa vista al mar, desde una terraza en Tenerife, iniciamos nuestra conversación. ¿Le gusta la enfermería? Me miró y con una sonrisa me contestó: “Es mi pasión, y un quehacer que exige mucha entrega y dedicación. Es un trabajo vocacional”.

 

Como conocedora de la materia entró en los detalles sobre la evolución de la actividad y comenzó la historia con la seguridad del que sabe de lo que habla. No hicieron falta preguntas. Por iniciativa propia empezó. “Te voy a hacer un resumen, sobre el desarrollo y el crecimiento del ejercicio, desde que éramos practicantes. Existíamos como una figura importante dentro de la sociedad y asistíamos a los pacientes a domicilio. La necesidad de una cualificación hizo que los estudios iniciales fueran los de Ayudante Técnico Sanitario (ATS) para darle algo más de profesionalidad al sector. Pero no éramos universitarios”.

 

“Antes de 1977”, continúa, “la educación era en primeros auxilios y en métodos para ayudar a los cirujanos. A partir de ese año, se volvió reglada y se cambió la titulación para ser Diplomatura Universitaria de Enfermería (DUE). Luego, con el plan Bolonia hace 6 años y la orden CIN/2134/2008 del 3 de julio, (que estableció los requisitos para la verificación de los títulos que habilitaran a los alumnos para el desenvolverse en la actividad), se convirtió en grado. La diferencia radicó en la modificación de los planes de estudio, que tuvieron que adecuarse a las competencias, y del tiempo preparatorio que pasó de 3 a 4 años. Se determinó que el último era para una práctica en la que los estudiantes tuvieran acceso para ejercitarse en urgencias, cuidados intensivos, hospitalización y centros de salud. Esto se tradujo en que ahora terminan su formación en condiciones óptimas para salir al mercado laboral”.

 

¿Qué pasó entonces con todos los diplomados?, pregunté. “Tuvieron que acreditar su preparación. La organización colegial, órgano regulador de la labor, ha potenciado la convalidación de los ATS a esta categoría y estos a su vez por medio del Ministerio de Educación han alcanzado el grado. Ahora la profesión es más fuerte y no está disgregada en varias titulaciones. La unificación ha conseguido enriquecer el cuerpo del conocimiento y ha representado un gran avance”, dijo.

 

La escucho sin interrumpirla y sigue hablando del proceso que ha engrandecido este trabajo. “En aquella época, no podíamos hacer el tercer ciclo que corresponde a los programas de doctorado. Estábamos vetados. No pasábamos de ahí porque no había ningún curso que hiciera de puente. Solo lo podían hacer los licenciados a mediante otras carreras que les permitieran llegar. El proceso era conseguir desde la diplomatura el acceso a dos años de algún estudio de la rama de humanidades. Solo así se podía entrar. En este transcurso se iban aproximadamente diez años. Hoy el título les permite estudiar un máster oficial y, con los créditos de investigación, lo hacen posible en siete”.

¿Y cuál es la importancia de este reconocimiento? “Es el tercer nivel. En el ámbito académico nos permite acceder a la investigación, a una cátedra o ascender en la escala docente de la Universidad. La única forma de dejar huella es con la evidencia científica comprobada, que es la que se consigue a través de la indagación y la publicación posterior”.

 

¿Cuál es la titulación final?, quise saber. “Diplomado con certificado de grado, master y doctorado. Podemos optar a proyectos de investigación competitivos, adquiriendo becas y pudiendo ser investigadores principales independientes, que hasta ahora no era posible”, contestó.

 

Cuando termina esta exposición con la admiración que siente por lo que hace, Ángela Ortega, me cuenta cómo se resumía el papel de la enfermería en tiempos antiguos. “Se basaba en el servicio a los pacientes. Eran ayudantes de los licenciados en medicina o de los médicos. La carrera era básicamente femenina porque se hacía en formaciones religiosas o en residencias. No tenía autonomía propia, ni rol para ejercer por sí misma. Obedecía las directrices del superior. Hoy tiene todo eso. Valora, diagnostica y prescribe cuidados de su competencia y evalúa los resultados de la evolución del paciente. Hoy cada uno tiene su sitio”, matiza.

 

“La lucha continua del gremio es tener su lugar. Busca ser reconocida sin ser invadida en sus funciones por otros que están por debajo de su categoría y, además, quiere avanzar en el oficio sin que los que están en un rango superior la obstaculicen. En el área asistencial tiene sus propias competencias. Trabaja en equipo con los médicos y con otros profesionales de la salud de manera interdisciplinar. El objetivo común es estar siempre centrados en el cuidado integral de los enfermos”.

 

¿Cuál es el papel del Ilustre Colegio de Enfermeros de Santa Cruz de Tenerife, del que es vicepresidenta? “Es el órgano regulador. Nos habilita para actuar. Certifica y acredita que la persona cumple con los requisitos exigidos para la práctica y vela porque no haya intrusismo de gente que no está reconocida. En este punto, los usuarios deben verificar que son atendidos por personal cualificado. En caso contrario, los animo a que denuncien, ante este organismo, para que se puedan tomar las medidas legales pertinentes. Alguien que no está colegiado no puede ejercer”.

 

“Mi misión es la de ayudar a las personas que lo necesitan. No me cuesta hacerlo y me hace sentir bien”

 

¿Qué proyectos están en marcha? “Hay varios. Uno de ellos es la ONG Enfermeras para el mundo, con sede en el Colegio, que trabaja en proyectos de ayuda y cooperación en países subdesarrollados como Mauritania y Ecuador. Entre otras actividades colabora en zonas de exclusión social en Tenerife repartiendo alimentos y ayudas que permiten a la gente tener una vida digna; hemos creado el Instituto de Investigación, en el propio Colegio, para que los profesionales realicen sus tesis doctorales y preparen sus publicaciones para revistas de impacto, etc.; ofrecemos formación continuada, para los colegiados a precios muy competitivos, como cursos de atención inicial al trauma y de RCP avanzado, entre otros; realizamos y secundamos en jornadas, congresos regionales, nacionales e internacionales; apoyamos las iniciativas de nuestros miembros como encuentros o reuniones científicas de debate y les ayudamos a llevarlas a cabo con asistencia logística, económica y de ejecución; otro de los proyectos es conseguir que haya un servicio a nivel escolar. En Andalucía ya está aprobado. En Canarias está aún pendiente. La ventaja de esta prestación es que la ansiedad de los padres disminuye y aumenta la seguridad de profesores y niños, cuando hay alguien cualificado que los atiende, en los casos en los que se presentan incidentes de salud en el centro”.

 

¿Es una profesión femenina? “Prácticamente sí. Aunque hoy en día la presencia masculina es mayor. Va cambiando la mentalidad, en conjunto con la sociedad, a la vez que avanza la igualdad”.

 

Cuénteme algo de su trayectoria laboral, la invité. Y ella sin titubear contestó. “Terminé mis estudios en 1991 y en 1996 empecé en el Colegio como vocal. Fui secretaria y he sido vicepresidenta durante las dos últimas legislaturas. Mi experiencia como profesora universitaria se inició este curso que acaba de terminar. He adquirido nuevas responsabilidades entre las que están las clases teóricas y prácticas en los hospitales de referencia, las direcciones de los trabajos de fin de grado y el manejo del área virtual de la ULL, entre otras. En las clases aplico casos reales. No se trata de que aprendan de un libro. Les transmito mi vivencia. La parte en la que pongo más cuidado es en la de investigación final de los estudiantes como tutora, porque es mayor mi nivel de responsabilidad. A pesar del esfuerzo que me ha supuesto, estoy muy satisfecha con el resultado porque, siento que he dado lo mejor de mí. También he aprendido mucho de mis alumnos. Toda esta experiencia como docente ha sido en solo un año en el que he contado con la ayuda de mis compañeros. De ahí para adelante todo fluye. La implicación y las ganas son fundamentales”.

 

Para demostrar que es una mujer que hace de todo, termina la entrevista sumando a su currículum los cursos de formación que dicta, desde hace 3 años, junto a sus compañeros enfermeros, médicos de familia y pediatras, a todos los centros de salud de Tenerife en RCP (Reanimación Cardiopulmonar). Un programa de la gerencia de atención primaria de Tenerife del Servicio Canario de Salud. Me cuenta que “ya están formados más de 3000 profesionales, con capacidad para aplicar el soporte vital avanzado ante una situación de urgencia (parada cardiorespiratoria), que pueden activar la cadena de supervivencia. El procedimiento es llamar al 112, dar masaje cardiaco de calidad, aplicar las maniobras necesarias que restablezcan las constantes vitales del paciente, mientras llega la asistencia médica, para poder garantizar así la vida del afectado”.

 

Como amante de lo que hace, defiende el código deontológico y la ética que se tienen que aplicar porque están incluidos en esta actividad tan comprometida con la sociedad. Su máxima es asistir a los pacientes y que se sientan bien atendidos. Trabaja en lo que la apasiona y que le exige mucha implicación. Toda la vida tuvo claro a lo que se quería dedicar. “Mi misión es la de ayudar a las personas que lo necesitan. No me cuesta hacerlo y me hace sentir bien”, concluyó.

 

 

Texto: Luz Toro 

Fotografía: Nuria Machado

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