"Ante la adversidad, dos gotas de Chanel" Por Esther Mendoza
«Ante la adversidad, dos gotas de Chanel»
Por Esther Mendoza

Hace unos días mientras tomaba café en una terraza, escuché dado el tono de voz, la conversación que mantenían un grupo de mujeres maduras. Manifestaban su frustración ante los resultados, nada halagüeños, de la larga lista de entrevistas laborales por la que habían pasado en los últimos tiempos. Se presentaban así mismas como «paradas de larga duración». Traspasada la barrera de los cuarenta, el acceso a dicho campo se convierte en la auténtica búsqueda del Santo Grial.

La sociedad patriarcal en la que vivimos ha condicionado el rol de la mujer en el mercado laboral, difícil una igualdad que a gritos sabemos de su inexistencia. Dos de cada tres, pierden su puesto indefinido. La responsabilidad que han tenido las mujeres en la subsistencia y el cuidado de la familia, ha permitido el desarrollo y autonomía de otros integrantes dentro del hogar y de la propia vida. La mujer siempre ha sido una fuente inagotable sin que la edad frene su capacidad para superar cuantas metas y obstáculos ha encontrado en su camino. Muchas necesidades han quedado y quedan cubiertas con el trabajo no remunerado de muchas mujeres.

Con un buen currículo a las espaldas, toca enfrentarse por una vacante que exige una doble lucha por demostrar que aptitud y edad, no son incompatibles en los límites irracionales establecidos por la demanda. Hay que competir con una generación altamente cualificada donde juventud en el noventa y nueve por ciento de los casos, es sinónimo de caballo ganador para quien la posea. Después de aquel café, me reuní con mi grupo de amigas. Compartí con ellas lo que mi mente revoltosa venía rumiando tratando de dar respuestas a cuestiones que, desde hace ya algunos años, el colectivo entre treinta y cinco a cincuenta y cinco nos seguimos haciendo.

En definitiva, la edad termina siendo en ocasiones un molesto número en el calendario junto a aquella frase demoledora “Ya l@ llamaremos”; sede donde dormirán nuestros currículums y actos de fe. Despachos aptos para un lifting de falsas oportunidades donde la experiencia y madurez, mueren en una amarillenta bandeja de salida anexada a alguna que otra anécdota sobre una invitación añadida y desvinculada de la oferta.

Cuando entramos en los tan temidos “tas…”, en muchos casos nada tiene que ver con cómo nos sentimos. Las década nos plantan cara ¡sí, o sí! para que hagamos uso de la experiencia con cierta dosis de buen humor. Entre lo humano y lo divino, caricaturamos episodios qué, en reiteradas situaciones arrancaron lágrimas de desesperación y decepción. Momento donde la frustración adquiere mayor protagonismo al sentirnos imbuid@s con etiquetas de profesionales de primera y segunda categoría.

Es fácil encontrarse en una encrucijada laboral donde las barreras para mantenerse en un terreno duramente conquistado, penden de un hilo. Hilos que para much@s ya se han roto. Las dificultades surgidas de permanecer y desarrollar una profesión o puesto de trabajo, relegan a un reducto cada vez más inhóspito los derechos ganados, disparándose así, el sentimiento de arrinconamiento al olvido.

¿Qué lugar ocupamos en un mundo donde la mayoría de las veces deseamos que se pare para bajarnos?, como nuestra querida Mafalda ha expresado en más de una viñeta, yo también lo desconozco. Una respuesta en espera de encontrar a un iluminado; acéptese también mortal horrado y leal al que no le importe dar la cara.

Millones de razones avalan la hipótesis sobre la fortaleza que tiene el ser humano para reponerse de los reveses. La mayoría sobrevivimos a catástrofes emocionales, remontamos después de ser destruida nuestra fina estampa familiar, devolvemos sin rencor aquellos “rosarios de madres” a ex parejas que decidieron rezar en otras rodillas. Es decir, nos reponemos de las infidelidades, reinventamos el concepto de familia y aceptamos que no siempre, se desayuna con diamantes…

Sin embargo… ¿Cómo nos enfrentamos y vencemos a una sociedad empresarial que ignora y quema nuestras medallas ganadas a pulso?….

Mi reflexión me lleva a pensar que es mejor dar la cara al nubarrón que nos acecha sobre nuestra cabeza. Podría estar ahí la fórmula para disipar el inconformismo que despiertan los medios utilizados y poco afortunado de los gobernantes que, con su mala gestión, están dejando morir lentamente a un país que una vez fuera referente de prosperidad y buen ejemplo.

“Un ciudadano sin ilusión, es un candidato en potencia a contribuir a la destrucción de un pueblo”.

Hay momentos que debemos aplicar a nuestra particular historia un perfume. Y, aunque la ocasión no lo requiera, impregnémonos de alguna fragancia contra la frustración. A la adversidad sólo se le gana con una sonrisa y dos gotas de Chanel…

Mi parte optimista apuesta por aromatizar la esperanza de un cambio…

Esther Mendoza.
Donde habitan los silencios

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