Susana Ochoa: “Consumimos químicos, hormonas, antibióticos y pesticidas”

 

 

Susana Ochoa Valencia se graduó en Publicidad en la Colegiatura Colombiana de Diseño y se especializó en Publicidad, Mercadeo y Relaciones Públicas en Bournemouth, Inglaterra.

 

 

Hoy se desempeña como Health Coach, un máster que estudió en el Institute for Integrative Nutrition School de Nueva York. “Cuando sufrí un cáncer de estómago tuve que reaprender a alimentarme para mantener mi salud. Creo que hemos perdido el norte sobre lo que debe ser vivir de forma sana”.

 

¿Qué opina del estilo de vida que lleva la gente en la época actual? “En el mercado hay demasiados productos procesados que simplifican la vida de la gente afanada que no tiene tiempo para cocinar. Cada vez se consumen más químicos, hormonas, antibióticos y pesticidas que hacen que el aumento de enfermedades de todo tipo esté en el pico más alto. Además, el exceso de ejercicio que está de moda, y que estresa al organismo, se suma al agobio del día a día. Estos factores nos desconectan porque miramos nuestra vida de forma superficial. Por ejemplo, idealizamos el físico que queremos y creemos que cuando lo tengamos seremos felices. Estos planteamientos son un error. Lo que no tenemos presente es lo que nuestro organismo nos comunica de manera constante a través de señales como dolores puntuales que parecen una cosa y pueden ser otra. No tenemos en cuenta que la salud siempre tiene que estar por encima del físico aunque cuando consigues una ya tienes garantizado el otro. Lo complicamos porque es mucho más simple cuidar la única morfología que tenemos”.

 

¿Cómo surgió el amor que siente por su profesión? “Mi pasión por el bienestar y la alimentación consciente empezó cuando, con mi enfermedad, hace cinco años, entendí que mi misión en esta vida era ayudar a los demás. Me he dedicado a asesorar a todos los que se me acercan para introducirlos en un estilo de vida equilibrada que permanezca en el tiempo y que les permita disfrutar de muchos años de vida con calidad”.

 

¿En qué consiste? “Es una disciplina que lleva veinticinco años en Estados Unidos pero solo hace uno que se ha implementado dentro de su sistema sanitario. La función de mi actividad es actuar como guía para enseñarle a la gente a vivir, de forma saludable, en un contexto integral en el que sus emociones estén coordinadas con su cuerpo, y que este cambio permanezca en el tiempo, como un estilo de vida y no como una dieta más. Una de las labores de un Health Coach es informar a los clientes sobre las diferentes formas en las que se puede disfrutar de la comida sin necesidad de recurrir a alimentos hipercalóricos y procesados que los inflamarán, les causarán pesadez y no los nutrirán”.

 

¿Cómo funciona? “La profesión del Health Coaching es incipiente en el mundo entero aunque ha sido muy bien acogida. Las personas están cansadas de seguir todo tipo de dietas que terminan en fracaso porque, en el afán de conseguir un estereotipo, buscan estilos de vida que son imposibles de mantener en el tiempo”.

 

«Somos una máquina perfecta que sabe cómo curarse y que se apoya en los avances tecnológicos para vivir más años con calidad»

 

 

Hábleme de las técnicas que utiliza para que la gente cambie los hábitos alimenticios. “Una de ellas es la ley del reemplazo, que consiste en poder comer, por ejemplo, unos nachos mexicanos, versión sana, hacer unos brownies sin harina ni azúcar a base de zuchinni y crear nuestra propia mantequilla de maní, hecha en casa, sin aditivos. Podemos comer lo mismo pero elaborado de otra manera. En mi cuenta de Instagram @origendoce publico de forma continua recetas fáciles con pocos ingredientes que nos van a ayudar a disfrutar de este estilo de vida”.

 

¿A qué recurre cuando se siente enferma? “La medicina occidental está basada en una filosofía de cura de las enfermedades, mientras que la oriental se ha centrado en la prevención de estas. A mí, personalmente, me gusta combinar ambas. Somos una máquina perfecta que sabe cómo curarse y que se apoya en los avances tecnológicos para vivir más años con calidad. La idea es que ese tiempo no sea de dependencia a los medicamentos. En ese punto es en el que nosotros entramos pues, estamos convencidos de que, la alimentación es la base y el combustible para que los procesos internos se curen. De esta forma es posible mantener en óptimas condiciones nuestro funcionamiento corporal”.

 

¿Cuáles afectan a nuestra salud? “Varios. Por ejemplo, la noticia sobre lo perjudiciales que son los embutidos ha tomado por sorpresa a más de uno. Estos productos ya están catalogados como los causantes de diferentes tipos de cáncer y se ubican en la misma categoría de los cigarrillos. Las carnes rojas contienen grasas saturadas que tardamos demasiado en digerir. Las vacas son inyectadas con antibióticos y hormonas que se trasladan a nuestro organismo cuando las consumimos. Por estos motivos desarrollamos alergias, nos caen mal ciertos alimentos o no podemos adelgazar con facilidad”.

 

¿Hay alguno que pueda ser catalogado como el más perjudicial? “En mi opinión sin ninguna duda el azúcar es el peor en todas sus formas. No lo necesitamos para nada. Se convierte en tejido adiposo cuando lo ingerimos y, si lo hacemos de forma frecuente, genera una resistencia a la insulina que no permite que nuestro metabolismo trabaje de forma óptima. Esto además, es otro gran problema a largo plazo que, se puede derivar en un almacenamiento de grasa abdominal que afecta a los órganos vitales. También es posible que como consecuencia de su consumo estemos en un estado de estrés constante que obliga al cuerpo a mantenerse alerta, a no descansar y a no realizar procesos vitales, entre otros”.

 

«Hay que actuar por convicción, no por obligación. Nadie mejor que uno para saber esto y hacerse responsable de sí mismo”

 

 

¿Y la manipulación que sufren los alimentos en los procesos de producción? ¿Los pesticidas y abonos no afectan la calidad de los alimentos? “Absolutamente. Cada vez oímos más sobre los GMO (Organismos Genéticamente Modificados) o el glifosato, un herbicida que ha sido clasificado recientemente por la OMS (Organización Mundial de la Salud) como “probablemente cancerígeno para los seres humanos”. También escuchamos lo que se publica sobre la industria de Monsanto (una empresa transnacional que controla alrededor del noventa por ciento del mercado mundial de semillas transgénicas) entre otros. Estos negocios se aprovechan cada vez más de estos procesos para que las frutas y las verduras no sean atacadas por plagas. Todo esto termina dentro de nuestro organismo. Por esto siempre es mejor consumir comida orgánica o por lo menos la que recomienda el catálogo llamado the dirty dozen, una lista de alimentos libres de químicos y sintéticos. Así evitamos productos perjudiciales para nosotros y para nuestra familia”.

 

¿Es fácil que la gente entienda que la comida nos puede causar graves daños? ¿Cómo consigue que lo comprendan? ”Hay mucha información en internet y en redes sociales, lo cual hace que las personas se confundan y se angustien porque al final no saben cómo comer. Es por esto que siempre recomiendo, y el objetivo de mi programa es precisamente este, que escuchen a su cuerpo, que siempre manda señales y, que la mayoría de las veces no le hacemos caso. Lo que puede ser un veneno para uno, puede ser un beneficio para otro. Esta es la importancia del concepto de la bioindividualidad, cada uno es diferente y está en la potestad de saber cuál es el alimento que puede ser su mejor aliado y de cual se debe alejar. Cuando se entra en este nivel de amistad con el físico se consigue todo, pues se experimenta en carne propia lo que causa graves daños y por naturaleza lo dejamos de lado. Hay que actuar por convicción, no por obligación. Nadie mejor que uno para saber esto y hacerse responsable de sí mismo”.

 

¿Podemos asegurar que la cantidad de enfermedades que se han desarrollado en gente joven son producto de la mala alimentación? “Así es, escucho constantemente que nuestros abuelos se alimentaban de fríjoles, arroz, plátano, yuca, lentejas y que eran más fuertes que un roble, a lo que adiciono que en su época no había McDonalds, Domino’s Pizza, ni comidas congeladas. Todos los alimentos provenían de sus huertas y las arepas se las compraban a la vecina. Caminaban a todos lados y se acostaban con los pajaritos a las siete de la tarde. Mientras que hoy en día los niños sufren de diabetes y sobrepeso a temprana edad lo cual no es sorpresa pues viven un sedentarismo preocupante. Sus padres no están en casa para cocinarles fresco así que llegan con comida rápida para la cena. Los celulares y las tabletas reemplazaron el fútbol y montar en bici con los amigos. Y a eso se suma que calman la sed con un vaso de Coca-Cola”.

 

 

 

 

¿Cuál es el procedimiento que lleva en su consulta y con qué frecuencia asisten a control? “Mi programa es un proceso de seis meses en el que cito a mis clientes cada 15 días, pues soy su coach en la banca, veo y direcciono su proceso, cuido que si se salen de la línea no desistan y se vuelvan a encarrilar. Cada proceso es diferente, unas personas buscan aprender a comprar los alimentos de forma sana, mientras que otras quieren motivación para tener continuidad con el ejercicio y otras quieren incluir a toda la familia en la cocina salubre. Esta es la base, pero a medida que va trascurriendo el programa analizamos los cuatro pilares necesarios para conseguir una vida saludable en todos los sentidos. Estos son: el trabajo, las relaciones personales, la espiritualidad y el ejercicio. IIN (Institute of Integrative Nutrition School) lo llama la alimentación primaria, mientras que la comida es la alimentación secundaria, pues finalmente somos seres emocionales y nos alimentamos de nuestras vivencias. Al finalizar el programa los clientes consiguen comprender cómo su cuerpo se comunica con ellos, además de la estabilidad que consiguen en todo sentido, lo cual los lleva al logro de sus propias metas y a una sensación de satisfacción irremplazable”.

 

¿Esta disciplina tiene su parte de sicología? “Así es, como decía anteriormente, somos seres emocionales y toda nuestra vida gira alrededor de ello. Atracamos la despensa después de una discusión con nuestra pareja y el estrés de una larga jornada laboral nos quita las ganas de llegar a casa a tomarnos una sopita ligera, pues sólo queremos comernos el litro de helado que está en el congelador. Muchas de las sesiones consisten en desahogarse, sacar del sistema lo que ronda nuestra mente y la mayoría de las veces esta es la cura de nuestra ansiedad”.

 

¿Es muy difícil llegar al fondo de la cuestión que genera el malestar para llevarnos a tener malos hábitos? “Siempre dependerá del compromiso de cada cliente. Algunos llegan a consulta con la predisposición de recibir un plan alimenticio, quieren que les diga cuantos carbohidratos pueden comerse al día y si pueden pecar con un cheat meal a la semana. Estos pacientes se demoran un poco más en hacer clic, pero finalmente lo logran e identifican ese malestar que les afecta y que no les permite llevar un estilo de vida beneficioso y balanceado”.

 

 

Por: Luz Toro

 

 

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