Todos tenemos un vecino del que nos escondemos, porque a poco que te pille en la escalera te acorrala hasta no poder más, o ese compañero de trabajo que empieza todas sus frases con «yo». La verdad es que, si hacemos recuento de los especímenes con los que vivimos, podríamos, fácilmente, publicar un pequeño fascículo del nuevo testamento.

 

Ya hemos hablado de la distinta fauna que pueblan nuestras redes, pero hoy me encantaría hacer hincapié en las malas prácticas que nos encontramos cada día y que debemos evitar a toda costa, si no queremos ser el vecino coñazo del que hablábamos anteriormente.

 

Reduce el postureo. A veces parece que no tengamos amigos o familia y queremos ser a toda costa el tío más guay del planeta. Alguna fotillo luciendo el palmito está muy bien, no digo que no, pero tu Instagram no puede ser el equivalente al álbum soporífero que deja cao a quien intenta echarle un vistazo. Además, no molas nada enseñando gayumbos o poniendo boca de comer espaguetis imaginarios. Siento decirte que no estás tan bueno como crees.

 

Ojo con las etiquetas. No está nada mal que te curres las publicaciones etiquetando a quienes forman parte de ellas. Si estás en un sitio en concreto, puedes hacerle una mención al igual que si vas con tu amiga Manolita. Pero si lo que quieres hacer es que tu publicación llegue a todo el mundo etiquetando a tu muro al completo en ella, estás cometiendo un gran error. A todos nos resulta muy molesto encontrarnos en algo que nada tiene que ver con nosotros. Solo conseguirás que denuncien la publicación como spam.

 

#EsosHashtags #PorFavor. No abusemos de los hashtags. Es espantoso y en ocasiones son inútiles. Busca los que vayan con tu publicación, pero no llenes tus redes de interminables almohadillas que ni siquiera sabes qué quieren decir.

 

Mi muro es mío. ¿Puedes dejar una publicación en el muro de un amigo? Sí, claro que sí, pero no lo puedes convertir en el tablón de anuncios del barrio. Tenemos que tener en cuenta que hay personas a las que no les gusta encontrarse cada día con un mensaje de su vecino, el plasta.

 

No me gusta tu grupo. Seguro que tienes un montón de aficiones, pero espero que una de ellas no sea el hacer grupos y meter a todos tus amigos en ellos, porque si es así, un montón de internautas, en los que me incluyo, te odiaremos mucho. Si queremos formar parte de tu grupo, te lo haremos saber.

 

¡Que no quiero jugar! Ya sabemos que eres un genio jugando al Candy Crush y a mil millones de cosas más, pero no, no quiero jugar. No mandes invitaciones a tus contactos para ganar puntos o vidas, dice muy poco de ti, a menos que tengas quince años.

 

No mandes invitaciones a todas las páginas que administras. Sobre todo, si no conoces bien a la persona a la que invitas o si eres de esos que piden mucho, pero luego no devuelve «favores». Me parece increíble que personas con las que nunca cruzamos palabras ni likes, luego manden invitaciones a páginas o eventos.

 

Tampoco quiero ligar por mensajería instantánea y no, no te voy a presentar a mi amiga. Tampoco voy a publicar que uso tu producto o que voy a ir a tu actividad roñosa… como sigas así, no me quedará más remedio que esconderme cuando te vea en el descansillo de la escalera.

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