En intervención, desde mi profesión como psicóloga en terapia familiar, desde hace unos años me he ido decantando por un estilo que poco a poco me está definiendo. Con el paso del tiempo, y por la propia experiencia profesional, y también personal, he ido advirtiendo la importancia de trabajar con las fortalezas de las personas y he ido dejando a un lado e ignorando las “debilidades”.

 

He observado cómo las personas, imperiosamente, han necesitado encontrar la razón y entender por qué ocurren las cosas, cuando realmente lo que necesitamos saber es cómo hacer para que no vuelvan a ocurrir. Esta visión pudiera llevar a controversia, debates de opinión y conversaciones de cafetería, pero la realidad apunta hacia otra forma de trabajo, hacia una responsabilidad en la que el terapeuta deja de ser un mero experto profesional que indaga en tus penurias y en tu pasado confrontando tus problemas.

 

Estamos en una era en la que el terapeuta estúpido está en boga. Preferimos este tipo de profesionales que generan conversaciones, donde el protagonista es el nosotros y reformulan preguntas curiosas e ignorantes que generan cambios, consiguiendo así nuestro ajuste personal. (Anderson y Goolishian, 1996)

 

En el trabajo en familia es muy importante centrarnos en la fortaleza de la misma. Es insostenible un argumento que se ampare en la falta de recursos personales, es insostenible, porque no es real, es ahí donde se pone a prueba la capacidad de maniobra del terapeuta y no la resistencia de la persona, como tradicionalmente se ha venido ejerciendo.

 

Ahora que da comienzo el otoño y dejamos atrás el luminoso periodo estival te propongo a ti, familia, dar un giro en la dinámica de tu casa. Te propongo ser paciente y comenzar a ver solo las fortalezas de los que te rodean, reconocerlas y reforzarlas.

 

Olvídate de intentar conocer la razón de por qué tu hijo suspendió el curso, de por qué tu hija llora por no haber sido elegida capitana del equipo de volleyball, de por qué tu mujer no es capaz de conseguir un ascenso en el trabajo, de por qué tu marido siempre llega tarde, olvídate, olvídate…

 

Centrémonos en las soluciones, en ver qué hacemos bien y que cada uno tome conciencia de ello. Marginemos las quejas y pongamos en valor todo con lo que acertamos en nuestra familia. Hagamos más fuerte a los nuestros y por ende a nosotros mismos. De esta manera, construiremos de forma colaborativa unos buenos cimientos en nuestra familia.

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