Virtual: Que solamente existe de forma aparente y no es real.

Caravaggio fue acusado de plagiar obras de Giorgone, Rufino Tamayo de copiar a Orozco, Han van Meegeren fue uno de los grandes falsificadores del siglo XX, tanto es así, que Los discípulos de Emaús llegó a ser considerada por algunos como la mejor obra creada por Vermeer (nada menos, el pequeño detalle es que la pintó en 1937 y Vermeer muere en 1675), la historia está llena de acusaciones, peleas de alto y bajo vuelo sobre el tema.

La pintora japonesa Fumiko Negish, que trabajaba como ayudante del pintor Antonio de Felipe, acusa haber pintado los cuadros que firmaba él y que vendía no por poco dinero. No sé si es cierto, no sé hasta donde ejecutaba ella, y si lo es, mal asunto (por los compradores, digo yo).

El trabajo de ayudante en un taller de Arte es muy antiguo.

Boticelli y Leonardo fueron aprendices en el taller de Andrea del Veroccio, es más, se les atribuye a cada uno los ángeles que acompañan en El bautismo de Jesús, y cuenta la leyenda que luego de ver el resultado Veroccio decidió no volver a pintar.

Leyenda o no, esta vergüenza que trata sobre el pudor del oficio ya no existe, se perdió en los laberintos de la memoria.

Que viva la especulación, o pagando mal o nunca, como se escuchó en el Debate del Imperio sobre los quehaceres de Trump.

Melanie Safka, ella con 22 años sale sola al escenario de Woodstock, miento, sola no, ella, su guitarra y su voz desgarrada frente a quinientas mil personas, a cantar en medio de la noche.

Me invita una Fundación de Ayuda Humanitaria a un colegio en Santiago de Chile en medio de una población de alto riesgo, para hacer un taller de expresión y motivación con los niños. Propuse trabajar con niños de distintas edades simultáneamente, sin diferencias, unos frente a otros, con la única instancia de jugar con los colores, de descubrir y dejarse llevar sobre unas tiras de papel de veinte metros de largo, para luego cortarlas en altos de tres metros más o menos que se colgarán en el gimnasio a modo de kakemonos japoneses.

Proponer y comenzar fue casi inmediato, no es necesario explicar grandes cosas cuando las ganas van por delante.

Pero todo es una de cal por una de arena. También me reúno con un grupo de grafiteros de ese colegio y escucho en sus comentarios el tener 14 años y no creer, no poder crecer con esperanza. Duro.

Había una vez una puerta de reja con una cadena y un candado, solo ella, en medio de una llanura indicando que de allí no se podía pasar.

por Raul Eberhard
Pintor

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