Helena Cosano: «La literatura expresa quienes somos, es nuestra síntesis personal»

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Helena Cosano: «La literatura expresa quienes somos, es nuestra síntesis personal»

Helena Cosano es escritora, diplomática y traductora literaria.

 

Desde pequeña se ha sentido atraída por la espiritualidad y el pensamiento mágico, que la llevaron a una filosofía vegana de respeto hacia todos los seres vivos. Actualmente es activista por los derechos de los animales.

Como diplomática, ha tenido puestos como Segunda Jefatura en Astana (Kazajstán), Consejera ante la Conferencia de Desarme en Ginebra o Subdirectora de la Escuela Diplomática de España.

Sus obras más destacadas son Teresa. La Mujer (editorial La Esfera de los Libros), Almas brujas (Premio Rubén Darío) y Cándida diplomática (editorial Algaida). Acaba de llegar a las librerías su libro infantil El gato de la bruja (Éride Ediciones).

¿Se puede presentar usted misma a nuestros lectores?  «Creo que el adjetivo que mejor me describe es “polifacética”. He tenido una curiosidad insaciable, y he hecho muchas cosas, a veces demasiadas y demasiado rápido. La escritura ha sido siempre el hilo conductor y la síntesis de todas las experiencias».

Una mujer, una escritora cosmopolita ¿una vida ajetreada la suya?  «En parte, sí, pero a menudo muy a mi pesar. Valoro mucho la armonía, la vida estudiosa y apacible, la serenidad».

Nació en la India. Luego Moscú, París, Seúl, Viena… ¿Cuál le ha marcado más personalmente?  «Todos me han marcado. Recuerdo los años en Rusia con particular cariño. Mi niñez y adolescencia fueron muy francesas, estudié en varios “Lycées Français” y viví en París durante años cruciales en la formación de mi identidad. En Viena fui a la Universidad, fue mi etapa más larga. Ahora estoy volviendo a descubrir la India donde nací, sobre todo a través del yoga y la meditación».

¿Alguna experiencia, algún recuerdo de infancia que desee compartir con nuestros lectores?  «Viví en Moscú a principios de los ochenta, antes de la Perestroika. Allí empecé a ir al colegio, aprendí canciones y juegos en ruso y a leer y a contar cuentos, mi niñera (suponemos que del KGB) intentaba enseñarme la Internacional y aún recuerdo sus lecciones sobre la bondad y el genio de Lenin. Debió de ser un cambio traumático pasar de los calores de Nueva Delhi a las nieves de Moscú, pero de allí sólo guardo un recuerdo idealizado, y cuando abandonamos el país, eché de menos, dolorosamente y durante años, el placer de jugar en la nieve, el sabor de los blinis, el borsh con smetana, el olor del pan negro y kalbasá, el sonido de la bella lengua rusa, tan profunda,
tan melodiosa, y cómo en la noche brillaban las estrellas rojas sobre el
Kremlin. La entonces Unión Soviética era mi paraíso perdido y necesité
muchísimos desengaños hasta cambiar de opinión. Más tarde me inscribí en la
Carrera de Ciencias Eslavas en la Universidad de Viena con una especialidad en
Filología rusa. Pasé esos años leyendo apasionadamente a Dostoyevski,
Tolstoi, Pushkin, Lermontov…, iba  casi todas las vacaciones a Moscú o San
Petersburgo, fascinada por los días interminables del verano, por la gente tan
culta, mística y extrema, por el teatro, el arte, y por la incomparablemente
rica literatura. Me concedieron una beca para estudiar en Moscú, y aunque coincidió con la crisis del 98 y no fue una época fácil, recuerdo esos meses entre los más felices de mi vida».

¿Qué han aportado todos estos lugares a su literatura? ¿Cree que han influido en su manera de ver la vida? «La literatura expresa quienes somos, es nuestro punto de vista sobre el mundo, nuestra síntesis personal. Yo sería otra si mi identidad no se hubiera formado en varios idiomas y en lugares tan diferentes, por lo tanto, escribiría de otra manera».

La diplomacia siempre se ha asociado con un halo de lujo y glamour. ¿Qué opina de ello? «Por desgracia hay un profundo desconocimiento en la sociedad de lo que es el trabajo real de un diplomático y de las renuncias que implica, los tremendos sacrificios personales y familiares que solo adquieren sentido para quienes tienen una real vocación. En el año 2011 publiqué una novela titulada Cándida diplomática: a pesar de ser una obra satírica que no pretende reflejar la realidad, sí desmitifica muchos tópicos y prejuicios y nos muestra una cara bastante más sombría de este trabajo».

¿Cuáles son sus costumbres, preferencias, supersticiones o manías a la hora de escribir? «Me sigue gustando escribir a mano, en un cuaderno, y me es más fácil de noche que de día. Suelo escribir en cafés, por esa soledad tan especial que se disfruta entre la gente, creando como una burbuja de silencio en medio del ruido. Descubrí que era posible hacerlo en París, a los dieciocho años, y seguí haciéndolo durante todo mi período universitario, en Viena. Me encanta escribir cerca del mar, y nunca puede faltar café».

¿Es posible conciliar diplomacia y literatura? Conciliar es siempre difícil, el día solo tiene 24 horas y tanto la diplomacia como la literatura son muy absorbentes. ¡Pero siempre me han parecido particularmente compatibles! La vida de cualquier diplomático está repleta de vivencias enriquecedoras. De hecho, muchos diplomáticos escriben y varios de los más grandes escritores de todos los tiempos han sido diplomáticos».

¿Qué es para usted la literatura, qué temáticas le interesan? «La literatura es para mí una forma de interpretar la vida, una síntesis, una búsqueda. Por lo que mis preocupaciones temáticas han sido siempre esencialmente filosóficas (el sentido de la existencia, la felicidad, la muerte, el tiempo, el amor, el alma…), unidas a un ideal de perfección formal y de belleza en la expresión».

¿Cuáles son sus autores o libros de cabecera? «He tenido varias etapas: una muy francesa, otra muy rusa, una muy filosófica, otra lírica, una de leer solo aforismos, otra de literatura de humor… Actualmente, me quedaría con Proust, García Márquez, Chéjov y Dostoyevski. Y en la mesilla de noche libros de espiritualidad como la Bhagavad Gita».

Acaba de salir a la luz la tercera edición de su obra “Almas brujas”, Premio Rubén Darío. Háblenos un poco de esta obra. «Almas Brujas es mi libro más íntimo y más oscuro. Desnuda con brutal sinceridad las obsesiones secretas, los deseos más turbios, los anhelos inconfesables o los sueños de huida. Mientras Cándida Diplomática (editorial Algaida, 2011), mi obra anterior, era una novela de aventuras y humor, activa, solar, masculina, los cuentos de Almas Brujas viajan hacia el interior, hacia el mundo lunar de la intuiciones, los sentimientos que desafían a la razón, la «noche oscura del alma«. En ese sentido, es un libro intensamente femenino, en un sentido taoísta o arquetípico, no como un rol social ni un género aprendido, sino como el eterno principio que rige las mareas, los ciclos, el nacimiento y la muerte, la fertilidad y la compasión, la receptividad o la intuición: la energía ‘yin’ del universo«.

 

Almas Brujas consta de tres partes, con una unidad estilística y temática. Los relatos de la primera parte, «Obsesiones», giran en torno al tema de la obsesión. La segunda parte, «Alas rotas», reúne textos más breves, líricos y sonoros. Y la tercera parte, «Sueños», está comprendida por cuentos simbólicos, que a veces podrían responder al concepto de «cuento filosófico» de la Ilustración. Las tres partes se funden en una atmósfera común, que la nueva edición ilustrada pone ahora de manifiesto.

Su obra de más éxito comercial ha sido la novela histórica “Teresa. La mujer” con la editorial La esfera de los Libros, sobre Santa Teresa de Ávila ¿Cómo nos presentaría este libro? «Es una autobiografía ficticia de la Santa. Tras la avalancha de publicaciones con ocasión del V centenario de su nacimiento, deseé ofrecer una síntesis. Imaginé a la propia santa en su lecho de muerte, rememorando su vida con total libertad y ofreciendo al lector una suerte de confesiones, un testamento espiritual. Es una novela histórica que nos ofrece una visión inédita de la santa de Ávila, acercándonos a la mujer de carne y hueso detrás de la leyenda, con sus pequeñas imperfecciones y su conmovedora grandeza».

Como menciona en el prólogo de esta novela, Santa Teresa de Ávila ha hecho correr ríos de tinta. ¿En qué es diferente su novela de lo que ya se escrito sobre ella? «A veces, los árboles impiden ver el bosque. Sobre Santa Teresa se ha escrito muchísimo, y ella misma tiene una obra muy extensa. Yo deseaba ofrecer una síntesis. Y mostrar aquello que queda oculto tras el exceso de información: la persona de carne y hueso, a menudo eclipsada por la luz de sus múltiples roles: monja rebelde, fundadora, escritora, mística, santa…, que nos impiden conocer al ser humano. Sobre todo, enfatizando el hecho de que nació mujer, en un siglo eminentemente patriarcal».

 

Ser una mujer fuerte en una época de hombres, ¿qué le supuso? «Rompió moldes y eso le supuso encontrarse constantemente en el centro de la polémica, generando la inmensa admiración de unos, y la hostilidad de otros muchos. Todos los que se han adelantado a su tiempo, o los que han sido brillantes o han tenido éxito en algún campo, son el blanco de los odios y las envidias. Teresa tuvo detractores, calumniadores, envidiosos, traidores…, enemigos poderosos que hicieron mucho ruido. Pero de ellos ya no sabemos nada: de esa “corte de odiadores” ya no queda ni el recuerdo. El tiempo siempre termina poniendo a cada uno en su lugar. Cinco siglos más tarde, aquí estamos hablando de ella, y cuanto más nos acercamos a su figura, más grande resulta. En ese sentido, en esta época nuestra que busca valores, Teresa es un gran modelo, nos muestra que hay que luchar por lo que uno cree, aunque el resto del mundo en un principio se oponga, y que la determinación y la perseverancia al final se ven recompensados».

Tras su novela histórica “Teresa. La mujer”, sobre el legado espiritual de la Santa de Ávila, nos sorprende con un libro para niños, “El gato de la bruja” (Éride Ediciones). ¿A qué se debe? «Para intentar comprender a un personaje histórico como Santa Teresa se requieren muchas horas de investigación, y la escritura debe ser extremadamente rigurosa. Es un trabajo laborioso, siempre respetuoso con los hechos y el contexto histórico. Antes de meterme de lleno en la investigación sobre San Juan de la Cruz, que es mi próxima meta, deseaba volver a jugar con la escritura, recuperar la libertad de dejar volar mi imaginación, de soñar despierta, de ser niña de nuevo en un mundo mágico».

Por: Alejandra Ruth Mendiburu Rodríguez.

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