¿Quién no ha experimentado alguna vez la dificultad de mezclar agua y aceite?

 

Incluso, la frase “son como el agua y el aceite” se utiliza para marcar las diferencias entre dos personas y la imposibilidad de que mantengan un vínculo de cualquier índole.

 

Ahora bien, ¿por qué el agua y el aceite no se mezclan? El hecho es que no pueden interactuar porque tienen polaridades muy diferentes. Sin embargo, si a ese sistema agua-aceite le agregamos un tensoactivo, que es un tipo de molécula química inteligente, se puede lograr la interacción de esas dos capas completamente separadas.

 

Las moléculas tensoactivas tienen un extremo polar que atrae las moléculas de agua y el otro extremo no polar que atrae las de aceite. De este modo, al aproximarse, se mezclan y se forman las llamadas “micelas”.

 

En cosmética, este sistema de acumulación de moléculas entre líquidos coloides se utiliza sobre todo para elaborar productos de limpieza facial. Dado que la suciedad de la piel está entremezclada con la secreción sebácea, una manera efectiva de removerla es en dos pasos: el primero, mediante la aplicación de cremas o emulsiones, y el segundo, retirando la fase grasa con abundante agua.

 

El agua micelar permite remover la suciedad y retirar el residuo graso en un solo paso. El procedimiento es práctico y rápido que facilita la limpieza. De ahí su éxito, sobre todo entre las personas jóvenes que buscan simplificar sus rutinas de belleza. Además de proveer una limpieza profunda y eliminar impurezas, el agua micelar refresca sin irritar, no deja sensación grasosa y no necesita enjuague.

¿Cómo se utiliza?

Se embebe un disco de algodón con agua micelar y se pasa por el rostro. Se repite el procedimiento hasta que el disco salga limpio. En ocasiones puede requerir dos o tres pasadas. Después de la limpieza se recomienda hidratar la piel y tratarla según el diagnóstico y la indicación de una profesional de la estética.

 

 

Fuente: Lidherma

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