Decía D.H Lawrence que la pareja es una especie de “egoísmo a dúo» y Virginia Satir, terapeuta familiar y escritora norteamericana, escribió acerca del amor incondicional un pequeño y profundo poema:

«Te quiero amar sin aferrarme, apreciarte sin juzgar, unirme a ti sin invadirte, invitarte sin exigir, abandonarte sin culpa, examinarte sin culpar y ayudarte sin insultar. Si puedo recibir lo mismo de ti, entonces podremos encontrarnos y enriquecernos de verdad».

Hace unos días en una tertulia disertábamos sobre si el amor de pareja es egoísta o no. Algun@s apuntalaban su tajante teoría con razones que les llevaban a esta conclusión:

“Todos los seres humanos en pareja somos egoísta por naturaleza dado que la generosidad, es huidiza aunque no lo parezca. Cuando amas, confías en que la otra parte te recompense o compense con su compañía, con afectos, con sublimes detalles que refuercen “su “estatus en la relación; todo ello junto a una larga lista de expectativas qué, en ocasiones, enumerarlas ¡podría darnos las uvas!. El altruismo o generosidad bien entendida, no en todo momento confabula con las exigencias del otro. Así como a los niños les gusta acaparar la atención de sus padres y amigos, en un mismo sentido, la persona que ama espera reciprocidad a su entrega.

Mientras, la otra parte defendía la siguiente postura:

El secreto para que una relación dure, sea sana, equilibrada y próspera, se basa en no pensar que alguien mejor que tu pareja un día tocara en la puerta de casa. Puede que ninguno de los dos sean un dechado de virtudes pero, bien es cierto, que la inteligencia emocional es un buen director de orquesta cuando las notas discordantes se rebelan… ¿no creen?, esta postura es cada vez menos votada. La propia sociedad, las prisas, el desapego a los afectos y los nuevos modelos de pareja, nos llevan irremediablemente al precipicio del cambio; ¡por supuesto!, puedes hacer uso de un arnés que no deje caer tus ideologías por el abismo del desánimo.

Estamos acostumbrados a conocer a través de la virtualidad, series de tv, y otras fuentes, historias fogosas, fugaces y frágiles. ¡Ahí!, es donde se pone en práctica nuestra teoría sobre dejar de esperar a ese alguien mejor del que tenemos en casa y apostar por aquella que nos acompaña todo el tiempo con sus aciertos y errores. Hay que ser un buen jugador de póker para utilizar bien las cartas. ¿Por qué?, siempre encontrarás en el camino a alguien más habilidoso que tú, diestro en jugadas más rápidas, y matador generando dudas del método del adversario. Nos referimos a esos contrincantes llamados amigos o conocidos que invitan a un cambio de estrategia cuyo objetivo, es modernizar tus convicciones. No olvides que tú tiras tus propias barajas…

María, amiga y confidente de tertulias de madrugada, se relajó en el sofá, alargó su mano hacia su gin tonic y después de unos segundos y un largo suspiro argumento:

[…] Los productos pueden cambiarse si salen defectuosos o no nos satisfacen, ¿verdad? entonces, ¿por qué no hacer lo mismo con las relaciones de pareja?
Yo diría que mi amiga da claras muestra de aquello que desea y a la vez teme. ¡Por supuesto que está en su derecho!; todos arrastramos una pesada mochila con “productos dañados o pocos satisfactorios”. Nuestras ideas deben estar claras con respecto a valores y creencias que nos han acompañado todos estos años. Mi amiga es soltera. Pasada la barrera de los cuarenta, sus relaciones afectivas en la última década se han basado en historias livianas, de bolsillo: breves, agradables y fáciles. Como dice Bauman “La gente quiere salir ilesa de esa experiencia, no correr peligro alguno ni tener secuelas”.

Tanto para María como para muchas otras personas, las relaciones con etiqueta de amor para toda la vida, han hecho que reinvente un seguro a todo riesgo muy sui géneris. Consiste en seguir sus propio manual de instrucciones a raja tabla: emoción comedida, compromiso el justo, condición sine qua non respeto a las parcelas y espacios individuales y actuación del rol, ¡frenado!

¡Uff!…, me agoté, respiro y continúo con una duda. ¿En qué ámbito o medio se puede llevar a cabo todo esto?, Uno de ellos es buceando en la red; bucear para ahogar el silencio con mensajes es más fácil, más llevadero y menos comprometido, aunque eso no te garantiza estar menos sol@. La gente quiere salir ilesa del “amor y otras cuestiones”. No correr peligro alguno ni tener secuelas. (Teoría de Bauman). Pero el amor siempre implica riesgos, nos guste o no…

Pertenezco a una generación donde el amor romántico se quedó atrapado en la butaca de un cine junto a un cartón vacío de palomitas. El siglo XX a través de la gran pantalla, nos ha metido por los ojos relatos que han contribuido a la idea errónea sobre el amor. La tragedia Romeo y Julieta, los amantes de Teruel, Bonnie and Clyde y ¡muchísimos! otros, ahora estarían en la cola del paro del aquel dicho que dice “contigo pan y cebolla…”. Afortunadamente, la industria fílmica de vez en cuando nos sorprende con películas donde el amor se reivindica a sí mismo dejando la estela pegajosa del sentimentalismo barato para convertirse en serias reflexiones acerca del verdadero sentido que llevan a dos personas a estar juntas.

Y, sobre el amor y otras cuestiones, nos topamos de bruces con el amor incondicional. Considerado como una de las mayores expresiones de espiritualidad, no todos estamos preparados para llevarlo a buen puerto. ¿Seríamos capaces de aplicarlo con nuestras parejas?, Tengo mis dudas… en fin, ¡no nos dejemos influenciar por los tiempos que corren!; mejor me siento, comparto el ging de María y como ella tras unos segundos de reflexión, prosigo:

Me acuerdo que hace muchos años, tenía una amiga que lloraba todo el día por las esquinas, la razón no era otra que la incomprensión que recibía de su novio. Ella decía: “Todo lo que le entrego, mi amor, mi presencia las veinticuatro horas, mis halagos y promesa de estar siempre, no es suficiente para él. Estoy en un margen de sus prioridades…. Y así, me expuso una larga lista de etcéteras en los que no hallaba consuelo. Pues bien, “su amor incondicional” le dio como respuesta un amor a medias. Un sentimiento cargado de frustración porque amar incondicionalmente a alguien significa estar en sintonía con el afecto del otro, es decir, bailar la misma música, reconociendo los tiempos de actuación… Yo no puedo amar incondicionalmente a alguien que sé que no me ve como su pareja o cuanto menos, cómplice en un momento y circunstancias. El amor de mi amiga era indestructible, una pasión que viajaba en una sola dirección, con perspectivas fundamentada en un único deseo, el suyo. Si tus sentimientos por esa persona están por encima de cualquier otra cosa, ¡asegúrate! de que la letra pequeña de ese compromiso adquirido, no te anule ni merme tu vida y sobre todo, no esperes de tu tiempo invertido un pagaré en igual medida y respuesta”.

En esas otras cosas del amor tildado de incondicionalidad, debemos conocer el valor exacto de la entrega desmesurada; nunca debes comulgar con una situación que genere intranquilidad y frustración. Las personas no coinciden en el tiempo para ser moldead@s según nuestras carencias o déficit, y ¡ni en modo alguno!, para convertirse en una red que sostenga cuantas decepciones o fantasías hicieron de nosotros un ídolo de hielo que se derrite cada mañana con el primer rayo de sol que anuncia que los tiempos y las realidades, están cambiando. Cuando coincidimos con personas similares, no es necesario sacar el manual de actuación, tampoco leer cartillas y mucho menos, delimitar espacios y derechos porque todo eso se sobreentiende y va implícito en la conducta.

¡Sé asertivo! y disfruta de la maravillosa experiencia de amar y ser amado… No poseas, te privarás entonces de la extraordinaria aventura de estar y permanecer en el otro…

Esther Mendoza.

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