La autora de este libro se llama Amélie Nothomb, es una escritora de habla francesa y origen belga. Desde que publicó su primera obra en 1992 no ha dejado de escribir, cada año publica una nueva novela. Cabe destacar que sus escritos tienen un carácter autobiográfico, los que no también tienen una peculiar característica: la propia Nothomb forma parte de la trama desvelando datos autobiográficos, en estos casos, los deforma con fantasía, datos inventados, exagerados o sacados de contexto.

 

“La embriaguez no se improvisa. Es competencia del arte, que exige dar y cuidar. Beber sin ton ni son no lleva a ninguna parte”. De esta manera empieza Pétronille, la última obra de inspiración autobiográfica de la autora belga Amélie Nothomb, de esta manera empieza y cautiva.

 

Una historia que transcurre en una Francia de letras, pasiones y burbujas, entre el año 2000 y 2014, donde Nothomb conoce a Pétronille Fanto, una joven muy peculiar con la que entablará una estrecha y singular amistad basada en la escritura y el arte de beber champán. Compañeras de borrachera y profesión, comparten sus vivencias como escritoras y critican el sistema editorial. Una trama en la que ambas protagonistas confraternizan y viven diversas aventuras, en las que trasladan al lector al mismo centro de la escena.

 

A pesar de las diferencias que se desvelan desde el principio de esta novela corta entre las dos mujeres, podemos apreciar como la autora se ve, de cierto modo, seducida por la personalidad desenfrenada y silvestre de Pétronille. Un reflejo del espíritu salvaje, aún existente en Amélie, apagado por el éxito y su entorno aristocrático. La amistad que le brinda la joven Fanto es un vehículo para ambas de prender sus plumas y sus vidas, un escritor es la suma de sus experiencias y eso es lo que se aportan, se nutren mutuamente.

 

Comprobar esto es muy sencillo, el deseo de vivir y la excentricidad de Pétronille es un empuje para Nothomb, algo que se ve reflejado en varias de sus andanzas. Por ejemplo, la escritora le cuenta a Pétronille que le apetece mucho esquiar y a las pocas semanas se van a las montañas. Un hecho aislado que muestra a una Amélie vulnerable que al final de su estancia, gracias a su acompañante, ha resurgido.

 

No obstante, esta no es la única aventura. Visitan librerías, viajan a Londres, Fanto presenta a Amélie a su también característica familia, comparten pensamientos y resacas. Momentos necesarios para que finalmente, la prodigiosa Pétronille, se convierta en una escritora de cierto renombre. Por lo tanto, si la presencia de la muchacha ayudó a Nothomb, lo mismo ocurrió a la inversa. Desde el principio de la obra, se describe a Fanto como a una veinteañera desaliñada con una apariencia de un chico de 15 años, eso sí, con un gusto particular y distinguido por la literatura. Sin embargo, hay que destacar que esta amistad se fundó por culpa de la joven, que fascinada por la pluma de Amélie Nothomb se presenta en una de sus firmas de libros. La necesidad de Nothomb por encontrar un compañero con el que poder embriagarse hace posible que emprendan este camino, en el que Pétronille hallará lo que necesitaba: el coraje para poder encontrarse así misma, un coraje que encuentra en esa figura tan distinta a ella pero con la que se complementa, la de Amélie.

 

Un coraje que se revela casi llegando al final de la novela, cuando Pétronille decide irse de viaje. Uno de los momentos cumbre donde se aprecia el valor del vínculo que han forjado. Y se intuye si no es solo una amistad lo que hay entre las escritoras.

 

Casi como una pila que ha ido cargándose durante todo el relato, ambas brillan con toda su fuerza al final. Pero eso fulgor no hubiera sido posible sin esas burbujeantes charlas, la oda al champán que envuelve la relación de estas mujeres es absolutamente necesaria, y es que cuando se descorcha una botella de Perrier- Jouët o Baron- Fuenté se da rienda suelta a las pasiones desmedidas, a las reflexiones, a las confesiones, un toque hedonista que deja ver el lado más puro de las protagonistas.

 

Unas protagonistas extravagantes, sarcásticas y ocurrentes que conducen al lector a un final inesperado. 152 páginas que dejan el mismo gusto que uno de los más selectos espumosos. Y es que al final de Pétronille todos somos ellas, gatos que vagan por los tejados de París que alguna vez han caído en el fondo de un canal.

 

Por: Sofía Ramos

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