Viajar sin reglas

Una reflexión sobre la libertad, la madurez y la belleza de seguir creciendo sin etiquetas.

0
13
La lengua es sabia, por eso está atenta a los cambios que se producen en la sociedad.

Si, tal y como define el diccionario en su cuarta acepción, la juventud hace referencia a “los primeros tiempos de algo”, todas aquellas personas que pasen de los cincuenta o, incluso, de los cuarenta y tantos, quedarían fuera de esta definición. Sin embargo, sabemos que la lengua es caprichosa y que está llena de paradojas y contradicciones y que, además, cambia y se mueve con los años, elimina palabras y da paso a palabras nuevas, a expresiones nuevas que definen nuevas realidades. Menos mal.

La lengua es sabia, por eso está atenta a los cambios que se producen en la sociedad, en el estilo y en la forma de vida, en la cultura que determina nuestras creencias y valores, en cómo la juventud no es solo la definición de la RAE, sino también el significado que cada persona construye y que tiene que ver con sus propias emociones y vivencias. De ahí que, por ejemplo, el término “vejez”, es decir, “los últimos tiempos de algo”, tal y como afirma el diccionario, no sea en todos los casos lo opuesto a juventud. Puede serlo, pero no siempre es así, porque “vejez” también es vitalidad y experiencia, sabiduría y retos, y ganas, y otras muchas palabras de esas que acarician.

Y es que hay palabras que son viajeras, pero no viajan de cualquier manera. No. A las palabras viajeras a las que me refiero les gusta empaparse del lugar y de la gente; no están atentas a los mapas y prefieren perderse, preguntar y escuchar hasta lograr el fin deseado.

A mí me encantan esas palabras porque, aunque todas tienen un origen, no se acobardan frente a lo desconocido; al contrario, son palabras valientes, no les importa vivir sin reglas, no tienen miedo a aprender, a seguir creciendo, a madurar con lo que el otro les ofrece

Yo aprendo de ellas. Por eso, cuando, de repente, aparece en tu vida la palabra menopausia, te presentas y le das la mano, amablemente, porque, aunque no es una palabra nueva (de una forma u otra ya habías coincidido con ella), no la conocías personalmente. Así que mejor presentarse y charlar un rato, ver qué tal, hablar con ella sin prejuicios. Y es que, chica, me han hablado tanto de ti que te tengo hasta miedo, pero no te enfades, no es personal; seré paciente y te escucharé, que ya está bien de prejuicios y etiquetas.

Así que me pongo a ello, porque la conversación es larga y da para rato —de hecho, para toda la vida que resta, que ya es decir (o eso espero)—. Y hablamos de muchas cosas, como de los veranos, que cada vez son más calurosos y duran más, y están llenos de calima y de sofocos, y hasta de incendios que arrasan tierras, lagos y valles que se secan. También hablamos del sueño, que desaparece como si la vida fuera una eterna aurora boreal y tus ojos no pudieran cerrarse nunca, atentos siempre a una luz que sale de tu cuerpo y que no te deja dormir. O tal vez sí, tal vez esto lo hayas soñado o te lo hayan dicho, no lo sabes bien, no lo recuerdas con claridad, a pesar de que intentas disociar la ensoñación de lo real. Y es que estás tan cansada que no puedes pensar, así que mejor no sigas intentándolo, porque te vas a poner de mal humor.

Pero, amiga, no es contigo, ¿eh? Lo siento, no es contigo, es con este cuerpo al que ya no reconozco, aunque el espejo me diga que soy yo, a pesar de estas formas y de estos dolores nuevos que hace un par de días no tenía.

La conversación se pone tensa casi sin querer, porque las palabras son pesadas y cuesta arrancar las etiquetas. Y, cuando estás a punto de zanjar esta amistad incipiente, sientes un soplo de aire fresco. Y, de pronto, te entra el sueño al oír cómo ella habla de su día a día, de sus viajes nuevos, de las tardes recordando lo bueno vivido y soñando con lo nuevo por vivir, del camino que ahora es ancho y tiene todas las posibilidades, toda la libertad que quieras, todo lo que pienses, todo lo que desees, porque el camino es tuyo y tú verás cuál escoges, según puedas —si puedes—.

El reto lo pones tú y tus circunstancias, ya sin reglas, con o sin sofocos, veremos qué dicta esta palabra nueva. No te impacientes, que ella estará abierta a nuevos significados. Espera a ver, no te precipites, confía y recuerda siempre que la lengua está viva, y también las palabras, aunque estén escritas en el diccionario, en ese libro que afirma que la juventud se define como “los primeros tiempos de algo”.

 

Por: Mari Nieves Pérez Cejas

 

Comentarios

comentarios

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí