Leontina Prusak, más conocida como Lola Prusac, nació en Lodz (Polonia) el 18 de enero de 1895. Era la menor de tres hermanas y aprendió el oficio del telar gracias a su padre, que trabajaba en las fábricas de tejedores del país. Cuando estalló la I Guerra Mundial marchó a París, donde comenzaría su carrera como diseñadora tras ser contratada, en 1926, por Hermès. Sus primeras creaciones fueron jerséis llenos de color, hasta que en 1929 lanzó su primera colección para la marca compuesta por trajes de baño estampados y chal a juego, a la que seguirían otras de esquí y ropa sport que la llevaron a ser la primera diseñadora en apostar por la elegancia de la mujer a la hora de practicar deporte.
No obstante, su mayor éxito fue en los años 30, cuando entabló amistad con el artista Mondrian y convenció a Èmile Hermès para crear una línea de bolsos y maletas inspiradas en su obra. Así, la firma introdujo los famosos motivos geométricos en cuero rojo, azul y amarillo en piezas para equipaje o en pañuelos de seda, creando la primera tendencia que, posteriormente, recogerían Yves Sain Laurent o Cèline.
En 1937, Prusac creó la gama de bolsos de cuero con hebillas de cinturón de Hermès ‘carré’,
En 1935, Prusac dejó Hermès para abrir su propia firma y, en 1948, comenzó a desfilar en la Semana de la Alta Costura parisina. Ingrid Bergman, Lauren Bacall, la duquesa de Windsor, Brigitte Bardot o Catherine Deneuve fueron asiduas clientas de la diseñadora, aunque nunca llegó a tener la condición de ‘couturier’. En 1978, recibió la Aiguille d’or (aguja de oro) y dos años más tarde tuvo que cerrar su tienda. El 29 de octubre de 1985 falleció en París en el más completo de los olvidos.
Por Mónica Ledesma
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