Era inevitable que mis ojos se fijaran en sus labios. Además de estar muerto de hambre, ella se atrevía a moverlos despreocupadamente, haciéndolos bailar, quizás ajena al espectáculo que me estaba regalando. Intenté en varias ocasiones dejar de mirarlos, sin éxito. Me sentía totalmente desconsolado, porque ella se mostraba...